(Para los que os incorporáis ahora, os recomiendo leer previamente Dentis-TEA clicando aquí).
Fueron cincuenta minutos. Fue un rato de espera. Su padre y yo nos fuimos y solo recuerdo abrir la boca para decir, póngame un café s’il vous plaît. Sabía que estaba en buenas manos, de eso no cabía duda, me preocupaba el “post” lo que fuera. Si solo era empastar, tiraquetevá, pero si la cosa había ido a más, era un misterio cómo Dídac podía reaccionar cuando los analgésicos perdieran actividad. Dalsy o ibuprofeno, pensaréis, lo hay en jeringa también. Ay amigos, qué fácil lo veis, recordarme que os cuente más adelante, cómo fue la última noche del año, a treinta y nueve de fiebre y temblores de la cabeza a los pies.
El busca sonó y las piernas se me activaron para llegar corriendo allá donde estaba Dídac. Ya ha salido de quirófano, ya tiene que despertar, pensé. Madre mía, dije al entrar, el niño gritaba que se quería bajar. No se le entendía, porque Dídac no tiene habla, pero por la coyuntura se podía apreciar que no estaba a gusto y se quería marchar. Entre dos lo agarraban, debía descansar, apenas parpadeaba y no tenía fuerzas para andar, pero el niño luchaba y es por eso que lo sujetaban. El silencio se disipó en aquella sala, las voces de Dídac hacían callar a los siguientes de la fila. Tenía una vía en la mano por si hacía falta administrarle medicación, teníamos que esperar para ver cómo reaccionaba al despertar de la ensoñación. No conseguimos mantenerlo ni en camilla ni en silla, al suelo nos dirigimos, yo incluida, para evitar que se quitara la vía. No hubo forma, en una de estas, dijimos adiós a la aguja y tirita, “el señor” había decidido que no le inyectaban más medicina. Se quedó tranquilo, se levantó con ayuda y el doctor anestesiólogo dijo: venga, venga que se vaya para su casa, este niño necesita salir de esta sala.
Pero dígame doctor, pregunté, qué ha pasado ahí dentro. Es verdad, un momento, no se vayan, la dentista enseguida viene y declara. Buena dentadura tiene su hijo, anunció la doctora, solo ha sido preciso empastar y listo. Los molares son de leche y aguantarán hasta que se suelten. Buff, que suerte, no imagina cuanta alegría me supone esta noticia, contesté.
Dídac, estaba más sereno, pero no perdonaba el ayuno al que había estado obligado y nada más subir al coche, después de revisar todas las mochilas sin hallar algo que llevarse a la boca, gritó diciendo, mamá dame algo, por favor, me estoy muriendo. No penséis que al grito acompañaron todas las letras, porque insisto, no pronuncia nada que se entienda, pero son años de continua convivencia y una ya domina su lengua. Tiene hambre, buen síntoma, comenté a su padre.

Las primeras horas en el salón de casa fueron tranquilas, aún estaba afectado y su energía permanecía retenida. Si eran las doce y sentado permanecía, para las trece ya todo eran saltos y alegría. Había hecho planes de mantenernos en casa. Suponiendo sosiego, hasta pensé, qué bueno, podré estudiar un rato mientras con dibujos esté solazado. Que risa, me parto, el niño quería jarana y salir un rato, ¿empollar? lo dejaremos de lado. Hala pues, ponte de pie, cálzate de nuevo y vamos a buscar a tu hermana que sale del colegio. A la vuelta, nos detendremos a jugar ni que sea un rato pequeño. Mañana cole, ya te digo, que este trago, tú y yo, lo tenemos más que vencido.

Estimada María, muchas gracias por tus palabras. Date tiempo para aceptar la situación, si tienes que llorar, gritar, maldecir, hazlo. Llora, grita y maldice. Te ha tocado algo que no querías y tienes todo el derecho a expresarlo, desahógate.
Después busca buenos profesionales que te orienten para tratar este trastorno, a nivel médico y terapéutico. Paralelamente encuentra la manera de dar lo mejor de ti. Si la situación en casa se te escapa de las manos y afecta en tus relaciones con tu marido y otros hijos, pide ayuda. Tú tienes que estar bien para dar lo mejor de ti.
Por último, no dejes de hacer aquello que te apasiona: si es jugar a tenis, juega a tenis, pintar? pues pinta. Lo que sea, hazlo.
Espero haberte ayudado. No estás sola…
Un besazo!
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Estoy admirada de tu fortaleza. En mi caso uno de mis niños es TDAH y este curso es, practicamente, un curso perdido. Además, a veces se pone muy muy irritable y ando con los nervios de punta. Esto, que no es nada, el TDAH, sí supone algo que me está costando aceptar. El diagnóstico clínico lo tenemos hace unas semanas y lo llevo regular. Te leo y pienso que soy idiota, que tengo mucho que aprender de ti. Eres una valiente.
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Gracias Pep por leerme y entender la intención de esta parte del blog, que no es otra que crear concienciación. Solo con tu lectura y respuesta, ya ha valido la pena pensar en la manera de transmitirlo con rigor y también una pincelada de humor. Un beso!
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Me encanta como enfocas y describes estas situaciones que para tí son normales y para otros pueden parecer de ficción.
Gracias por ponerlo en común, ello ayuda a empatizar y comprender que tu dia a dia no debe ser fácil.
Ánimo!
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